Alejarse no es cambiar, pero es darse cuenta que efectivamente:
¡SI PODES SOLO!
Cuando vives lejos, en tus redes sociales, solo se ven las fotos lindas y el pie de foto atractivo acorde a la foto o el chiste privado del momento, muy pocos saben o se dan cuenta de todo lo que esto conlleva, los sacrificios, los latigazos, las lágrimas y los días solitarios.
Con el tiempo todos los momentos van haciendo parte de una colcha de retazos en la que cada pedazo tiene sentido en la secuencia y cada uno de los pedazos rotos y feos terminan valiendo mucho más la pena que aquellos pedazos limpios y perfectos.
Todo termina por hacer parte de la suma de nuestras experiencias, cada recuerdo se atesora y se vuelve memorable: los matinés de invierno, los desayunos con mimosa, los picnics de empanada y cerveza en la playa, los rescates de los lunes, los domingos de drama con mi hermana y mi sobrina, las tardes de superhéroes y cuentos leídos a mi sobrino, las salchipapas con mi hermano, las rutas de shots, las improvisadas escapadas a los pueblos en Antioquia en moto con amigos, los conciertos, los bares, “las natilladas” familiares, el restaurante de etiqueta en Bariloche (Argentina) o los chuzos de la calle en Lapa. (Brasil)
Y es que, ¡No!, yo definitivamente no recuerdo igual los días de abundancia que de los días donde ganábamos el salario mínimo y éramos cinco, pero escasamente a dos nos alcanzaba para hacer vaca para comer algo rico.
Decidir irse a vivir lejos, más allá de los kilómetros que te separan de lo que conoces y de lo que esperas conocer, más allá de la nostalgia por las personas que se quedan atrás, y del cariño por las nuevas personas que van llegando, es un viaje interior, un viaje para conocerte y verte a vos mismo.
Porque salir a explorar nuevos caminos tiene la odiosa habilidad de retarte todo el tiempo, de llevarte al límite poniéndote a prueba hasta en las cosas más comunes que solías hacer. Recorrer nuevos rumbos definitivamente te genera autoestima, te crea una nueva perspectiva del mundo, de lo grande que es y de lo poco que sabes sobre él.
Vivir lejos definitivamente es salir del cascarón, explotar la burbuja, ver que hay vida más allá de gastarte la quincena en los jeans de moda o vivir para planear la fiesta del fin de semana. Es darse cuenta que la “normalidad” esta devaluada, que es estúpido pensar que todos debemos seguir el mismo molde, que los estereotipos son realmente ridículos e incluso llegas a sentir vergüenza si alguna vez formaste parte de ellos.
Vivir lejos es darse cuenta que el amarillismo vende y por eso es el contenido de los noticieros, pero que el mundo es realmente lindo y bueno, y que nada merece tanto la pena como tomarse el tiempo para conocerlo.
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