Cuando tomé la decisión de renunciar a todo lo que tenía para irme a algún lugar del mundo junto a mi esposo, por motivos de su trabajo, jamás pensé que sería un reto tan grande de asumir.
Por: Maria Isabel Sánchez (misu)
En algún momento de la vida, todos soñamos con viajar por el mundo, conocer y vivir nuevas aventuras y creemos que es lo mejor que le puede pasar a alguien cuando escuchamos que tienen esa oportunidad. Es una oportunidad que no se puede dejar de vivir, porque no todos tienen ese privilegio y sería una falta de gratitud no hacerlo o aprovecharlo. Y eso fue exactamente lo que me pasó; de un momento a otro, yo me había convertido en esa persona y no sería justo negarme cuando estaba empezando mi vida de casada y mi esposo tenía esta nueva oportunidad laboral.
Al cabo de dos meses, ahí estaba yo; dejando todo para empezar esta aventura, la que siempre se imaginó su vida en Medellín, cerca de su familia, con un trabajo estable y viviendo el día a día en su propio espacio y sin salir de su zona de comfort, estaba empezando una vida que jamás pensó.
El primer reto difícil, fue pasar de trabajar intensamente a decidir qué hacer en ese nuevo lugar, ¿buscar un trabajo?, ¿estudiar algo nuevo?, ¿adaptarse primero a la cultura?, es sentirse de nuevo como cuando uno sale del colegio y no tiene ni idea qué va a ser de su vida. Pero como todo pasa en el momento justo y como si fuera poco semejante cambio, supe que iba a ser mamá y mis dudas se multiplicaron, ¿y cómo es ser mamá estando lejos de la familia, con otro idioma, con estaciones y dónde no conozco a nadie?, eso no era nada comparado con lo que seguía de ahí en adelante.
Actualmente estamos en Suiza, un país bastante costoso donde tener empleada o niñera es una idea que sólo un presidente de una compañía o un millonario podría considerar, donde una persona cobra 25 fr suizos por hora para ayudarte con la limpieza o cuidarte un bebé (1 fr suizo = $3.300 CO aproximadamente), dónde hablan otro idioma, la gente tiene una actitud más individualista y donde te debes adaptar a su cultura, que es completamente distinta a lo que estás acostumbrado.
Es saber qué si quieres salir con tu esposo una noche, la niñera te va a costar más que la salida y que esa niñera debe ser alguien recomendada por otra mamá que ya la conozca, porque no sabrías entonces con quién dejas a tu hijo. Es saber que si quieres trabajar, necesitarías un trabajo de medio tiempo que te permita salir en cualquier momento, porque luego debes ir por tu hijo a la guardería o al colegio y cuyos horarios incluyen hora de almuerzo en la casa, o que si tienes suerte (como es en mi caso) tu hijo tenga un cupo completo en la guardería y ahí sí puedas aprovechar al máximo los momentos libres para ti.
Es saber que antes de emprender cualquier cosa, debes aprender el idioma y debes tener tiempo para las clases y hacer alguna actividad extra que te permita interactuar con el idioma y poder practicar, es volver a empezar desde cero sin nadie que te de una mano en todas estas cosas nuevas que te toca vivir (en mi caso tengo a mi esposo, que siempre se excede en ayudarme en todo y hasta lo hace muchas veces, mejor que yo).
Es ahí donde empieza la larga lista de cómo hacer que esta adaptación sea fácil, con un bebé y lejos de tu familia, amigos, calor de hogar, la arepa con quesito, las empanadas y todo lo que tenías a la mano y pasaba desapercibido porque siempre estaba ahí. Tener en cuenta por ejemplo la importancia de los abuelos, los tíos o un amigo cercano si necesitas salir de urgencia a hacer una vuelta o debes ir a un lugar donde es más fácil sin coche, pañalera y bebé, que si estás enferma, alguién pueda venir a acompañarte o darte una mano con tu hijo, entre muchas otras situaciones que no terminaría de nombrar aquí.
Maria Isabel Sánchez. (misu)
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